El destino se ha descrito como un poder sobrenatural, inevitable e ineludible. Sin embargo, también se habla de destino truncado, aquél que fuerzas o hechos poderosos intervienen para desviarlo.
Nelson Fuentes Hernández, compositor oriundo de Riohacha, nació para inmortalizarse a través de una sola canción, y para ello fue necesario que recorriera momentos de tristeza y sufrimientos.
Llegó al mundo en la capital de La Guajira el 30 de octubre de 1959, en el hogar de Juan de la Rosa Fuentes Brito y Sixta Hernández, una mujer trabajadora de ascendencia wayuu, originaria de la Isla de Margarita, Venezuela.
En la adolescencia, descubrió su inclinación por el canto vallenato. Admiraba a Jorge Oñate, cuyas melodías harían parte de su repertorio como cantante. En el colegio La Divina Pastora, donde estudiaba, fundó un conjunto musical con el acordeonero Remberto Chiquillo. Luego de los ensayos iniciales, comenzaron a presentarse en fiestas y eventos populares.
El destino muestra un camino
Una mañana de 1979, en el colegio La Sagrada Familia, institución regida por religiosas Terciarias Capuchinas, las directivas se aprestaban a organizar el evento anual de aniversario de fundación. Invitaron a varios grupos de danzas y musicales, entre ellos la coral conjunta de La Divina Pastora y La Sagrada familia, de la que hacía parte Nelson Fuentes. Era día de ensayo.
En el salón de tercero de bachillerato, la temida profesora de mecanografía Olga Ricciulli, expulsaba de clase a una estudiante que se negaba a hacer silencio: Ivonne Martínez Freyle. La ‘seño’ Ricciulli ignoraba que su sanción sería determinante para que Ivonne y Nelson se conocieran.
El grupo de coro entró en descanso. El joven Nelson divisó a la hermosa muchacha con cara de aburrida, y se envalentonó tanto que, con impulso juvenil extraído de quién sabe dónde, abandonó repentinamente su timidez. Se acercó, la saludó, se presentó. Ella, aún consternada con la expulsión del aula, aceptó la conversación hasta que debió regresar de nuevo a clases. Al finalizar la jornada, Nelson la esperó a la salida del colegio. Se ofreció a acompañarla a su casa. Se hicieron amigos.
En adelante, la acompañó a diario en el regreso a su casa. Al mes, bajo el abrasador e infame sol de Riohacha que sepulta cualquier asomo de romanticismo, Nelson le pidió que fueran novios. Ella simplemente dijo:
—Bueno, sí.
Acostumbraron a verse al medio día, un romance horneado por el calor del Caribe. A diario la esperaba con versos nuevos, que se los declamaba mientras caminaban hasta la casa. A veces iban a sentarse debajo del muelle. Allí él fantaseaba con un futuro donde estuviesen unidos para siempre, pero al final lamentaba que su precaria situación económica fuera la muralla que impidiera llevar a la realidad sus sueños. Nelson vivía cada minuto a su lado con gran intensidad, estaba muy agradecido con Dios y la vida por haberle dado esa novia. Se desvelaba por ella y corría a hacerle cualquier favor que necesitara. Era el amor de su vida.
Sin embargo, el terreno no le era tan favorable al enamorado. Ivonne Martínez Freyle era la primogénita de Hernando Martínez Deluque y Magolina Freyle Quintero. Su padre, administrador de empresas, cristiano de línea dura y miembro de la primera iglesia evangélica de Riohacha, tenía planes precisos para ella y no estaba dispuesto a permitir que ningún pretendiente de barrio los alterara. Sabía que su hija estaba en la edad en que las águilas, buitres y gallinazos merodearían sin descanso.
La separación
Nelson, sin saber del atrincheramiento de su suegro, decidió brindarle una serenata a Ivonne en las proximidades de un fin de año. Magolina, la mamá, tal vez inocente o protectora, pensó y dijo que el gesto romántico era para Jazmín Guerra, una agraciada joven que vivía al frente, en la otra orilla. Pero minutos después se asomó el padre.
—Es para ti —dijo mirándola con ojos escrutadores.
Enseguida, intentó castigarla a golpes por su osadía, pero un tío de ella lo detuvo.
—¡Te vas para Bogotá! —gritó indignado.
El exilio escolar era una de las estrategias más usadas en La Guajira para separar a los novios. Se creía que la distancia hacía milagros y que la relación terminaría desvaneciéndose con el tiempo, como agua entre los dedos.
Don Hernando fue radical: Ivonne permanecería encerrada en casa; además, no iría más al colegio hasta el viaje a la capital. Era mitad de noviembre y a la joven le faltaban dos exámenes para terminar, pero el papá decidió que perdiera esas materias y las habilitara en Bogotá.
Nelson Fuentes estaba desesperado. Su entusiasmo había echado a perder los encuentros furtivos con su novia y, por las enérgicas advertencias, le había quedado claro que no podía pisar esa casa.
Creyendo que en horas de la tarde, al menos le permitirían sentarse en la terraza, le pidió el favor a su amigo Giovanny que pasara por el frente, y que si la veía sola, le entregara una nota escrita para ella. Le aconsejó que luego de la entrega se alejara de allí inmediatamente.
Giovanny notó angustiado a su amigo y, para complacerlo, dio ocho vueltas a la manzana con la esperanza de que en una de ellas se asomara Ivonne. Nada. Regresó a donde Nelson con la camisa empapada de sudor y le devolvió el papelito.
Ambos amigos cayeron en cuenta que Ivonne era vecina de Isila Cotes Freyle, prima de ella y amiga de Nelson, quien la citó en el centro con el propósito de convertirla en la mensajera oculta. Isila había abierto un pequeño agujero en el angeo de una antigua puerta divisoria del patio, cuando ambas casas eran una sola. De tal manera que por allí iban y venían notas, mensajes y poemas.
Al llegar a Bogotá Ivonne fue matriculada en el Colegio Eucarístico Campestre de Sibachoque. Buscó rápidamente una solución a la correspondencia. Le pidió el favor a su amiga Deisy Delgado que le recibiera las cartas, y procedió a enviarle la dirección a Nelson en Riohacha. Las misivas que le escribía el enamorado eran tan románticas y conmovedoras que Ivonne se las mostraba a su prima con gran orgullo.
En 1983, Nelson Fuentes grabó su primer disco como cantante, al lado de Pacho Rivera. Allí incluyó un tema propio, El Marinero. Tuvo poco éxito de ventas, pero la contratación y las giras lo volvieron popular entre la juventud guajira. La fama se acercaba, pero su amor se mantenía inalcanzable.
El final de un amor
En las vacaciones de medio año, doña Magolina viajó a Bogotá con noticias para su hija. Le contó que el joven de la serenata había embarazado a una muchacha. Ivonne enmudeció, intentando restarle importancia al suceso. Pero al otro día le escribió a Nelson exigiéndole con vehemencia que le dijera la verdad. Nelson cometió el error de su vida: lo negó. Al año, su prima Isila se encargó de confirmar el rumor: sí, tenía un niño.
Ciertamente, le había nacido un hijo varón producto de su relación con Marlene Aragón, joven atractiva de Fonseca. Haber negado la verdad le provocó la pérdida de la confianza de su novia. Ivonne Martínez rompió de manera unilateral y lo expulsó de su alma para siempre.
Al año siguiente, en una fiesta de la colonia de estudiantes guajiros en Bogotá, ella conoció a quien sería su esposo. Se enamoró e inició un nuevo romance por varios años. En noviembre de 1984 descubrió su embarazo. Con su novio decidieron que debían casarse inmediatamente, y en Riohacha.
Cuando Nelson Fuentes se enteró del compromiso de su antigua novia y el inminente matrimonio, quedó destrozado. Fue donde Isila Cotes y lloró desconsolado como un niño. Sentía que su vida se acababa. Quería hablar con Ivonne, fue a su casa el 23 de diciembre, un día anterior a la boda, intentó llegar pero el novio estaba con ella. Regresó al otro día a las siete de la mañana. Ya estaba casada, la ceremonia se había celebrado a las seis en la capilla de La Divina Pastora. Tenía puesto el vestido de novia y le tomaban fotografías en la terraza. Nelson bajó la mirada y se alejó para siempre.
Quedó bloqueado por meses, no podía cantar ni componer. La imagen de Ivonne la tenía fija en su mente y le impedía pensar, comer y hasta dormir. Su rostro aparecía en su pensamiento como un tormento de siglos. Deseaba verla, apretarle la mano, besarla con cariño, hablarle, improvisarle versos como en la época de colegio. Su alma la necesitaba.
El tiempo lo convenció de que sólo la música le regresaría la paz espiritual. Empezó a escribir su obra cumbre, la canción que lo llevaría a la inmortalidad: Historia de Amor. Era su propia historia, su propia vida. La pérdida de Ivonne le había despertado el talento para crear melodías con una claridad que no había logrado en las composiciones anteriores.
El final de una vida
A mediados de 1988, Nelson entregó la canción a Osmel Meriño, quien para entonces era el acordeonero de Toby Murgas. La unión musical no prosperó.
El seis de septiembre, luego de cuatro años de mantener la distancia, llamó a Ivonne y le dijo:
—Soy Nelson, quería hablar contigo pero tenía pena, sé que tienes problemas en tu matrimonio. ¿Te puedo llamar?
—Sí —dijo ella—. Somos amigos; además, puedes ser mi desahogo.
Los antiguos novios ignoraban que ese día era la última vez que escucharían sus voces, pues el 11 de septiembre de ese año, en un absurdo accidente, un familiar que celebraba con parranda la adquisición de un arma –quizás, lastre cultural de la bonanza marimbera– disparó y Nelson recibió un tiro en la sien que acabó con su vida de manera instantánea. No alcanzaría a escuchar su gran obra musical, pues la grabación se hizo posterior a su lamentable fallecimiento. Ivonne Martínez no fue al sepelio ni al velorio de Nelson Fuentes, pero oró por él en una esquina de su casa.
La canción Historia de Amor salió al mercado en 1990. Fue grabada por Silvio Brito y Osmel Meriño en la edición anual de la serie Fiesta Vallenata del sello CBS. Resultó un éxito inmediato y posteriormente se convirtió en una canción inolvidable
LETRA : HISTORIA DE AMOR - NELSON FUENTES
No pensé que al pasar el tiempo
después de olvidarnos
todo fuera así.
No imaginé que en la distancia
al pasar los años
te encontraría a ti.
Puse a vagar mi cariño
y en el camino sólo estabas tú.
Viajaba en mi pensamiento
y el pasajero que encontré eras tú.
Tu, cariñosa y linda como siempre
sencillita tierna y cariñosa
la mujer que tanto amé.
Tú, la que apartaron de mi camino.
Me separaron de lo que quise
y cualquier noche lloré.
Quien no ha llorao’ por amor
lance la primera piedra
o alce el dedo y que lo jure
ante el altar de Jesús.
Quien no ha llora’o por amor
carece de sentimientos
no ha sufrido un desengaño
ni lo han llenado de inquietud.
Nostalgia siento al recordar
y evoco con tristeza el ayer de los dos.
El amor llegó hasta mi puerta
tocó mi ventana, pero se marchó.
Todavía tengo guardadas
aquellas cartas que me hablan de amor.
Aún conservo aquí en el alma
recuerdos que me llenan de dolor.
Hoy cabizbajo voy por mi camino
de compañero tengo el olvido
y el destino es mi penar.
Hoy ni siquiera tengo aquel amigo
el que a darme un buen consejo vino.
y hoy lamento mi pesar.
Hoy te consigo de nuevo y es tarde, estás casada
siempre el destino se ensaña conmigo en padecer
tienes tu esposo, tu hogar y tus hijos, mujer amada
si no es conmigo que seas muy feliz, negra, al lado de él.
La noche larga yo sufro en silencio mis penas mis penas
y en mi silencio quisiera besarte y no lo puedo hacer.
Si el juramento ante aquel sacerdote fue de por vida
hoy me resigno a perderte mujer, cumple con tu deber.
Cumple con tu deber, mujer
Cumple con tu deber. (Bis)
Cuando oyó Historia de Amor por primera vez, Ivonne quedó conmovida y confundida. A través de esa letra supo la verdadera dimensión del amor que Nelson Fuentes le prodigaba. Era demasiado tarde. «¿Qué hice?», se preguntaba. «¿Dónde estaba mi verdadera felicidad?».
El consejo que le dejó a Ivonne al final de la letra no se cumplió. Ivonne Martínez se separó cuatro años después de salir el disco. Hoy dice que no le interesa el pasado ni el futuro, sino el presente. Es más: ya no cree en el amor.
Nelson Fuentes llegó a la cumbre y desapareció dejando un legado musical póstumo. El destino le había trazado un camino para inmortalizarse con una sola canción; a cambio, sintió el dolor de perder a su amada y su vida. Pagó un precio muy alto. Aún estamos en deuda con su memoria.
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